Columpiarse. Tenía una historia. Cojonuda. No era exclusiva, pero tan buena que escribiría el mejor artículo de los que había firmado hasta ahora. No muchos, llevaba poco más de un año trabajando en el periódico. Y desde luego, el mejor texto de cuantos redactaran esa tarde todos aquellos periodistas que junto a él salían de la rueda de prensa organizada por la Fundación Telefónica para contarles que, durante los años de la "guerra fría", en 1968, la nave Soyuz 2 en la que orbitaba la Tierra el cosmonauta ruso Ivan Istochnikov sufrió el brutal impacto de un meteorito. Lograron traerla de vuelta, pero al abrir la compuerta de la nave... no había nadie en su interior. Qué historia. Y todavía quedaba lo mejor, la famosa
glásnost (transparencia, apertura) impulsada por el líder soviético Mijaíl Gorbachov permitía conocer ahora que las autoridades comunistas rusas decidieron entonces ofrecer una versión oficial del incidente espeluznante: la nave no estaba tripulada y su cosmonauta nunca existió. Se borraron sistemáticamente todos los documentos del coronel Istochnikov, su partida de nacimiento, las notas del colegio, el certificado de su boda con Irina... desapareció también de todas las fotografías suyas que encontraron, según iban traduciendo con fuerte acento ruso a aquella mujer de la Fundación Suptnik, Olga Kondakova, en la rueda de prensa. Y tenía las fotos del antes y el después manipulado.
Llegó excitadísimo a la redacción, deseando trasladar las pulsaciones aceleradas de su corazón al teclado del ordenador. La redactora jefe de Sociedad nos pidió una gran página para una gran historia. Y la hicimos. Y se publicó.
Lo peor no fue que la Embajada rusa en Madrid llamara al periódico cuando fue publicado al día siguiente exigiendo una rectificación ante las "mentiras" que nos atrevíamos a poner por escrito. Lo más sangrante de aquella enorme, escalofriante columpiada fue leer en todos los demás periódicos que el fotógrafo Joan Fontcuberta (Ivan Istochnikov si traduces literalmente su nombre al ruso) había organizado otra de sus "travesuras" con la exposición titulada "Sputnik" (que pudimos ver asombrados después en la Fundación Telefónica) dentro de su proyecto para cuestionar la supuesta veracidad del acto fotográfico. La primera vez, hacía ya unos años, había logrado engañar a otros con su proyecto "Faunia", donde mostraba las "pruebas" fotográficas de nuevos animales descubiertos en un paraje lejano. El rostro del propio Fontcuberta era el que se utilizaba ahora en los montajes donde se decía que era el coronel Istochnikov, cosmonauta ruso desaparecido.
No apareció por la redacción en unos días, aunque no perdió su pueso de trabajo. La culpa no fue sólo suya. Ahora es corresponsal en Asia. Y de los buenos.
Comerse. Acto de engullir algo, generalmente para tu propio beneficio. En pos de la supervivencia, un periodista es capaz de comerse cualquier cosa. Desde ensaladas a complejos vitamínicos, desde cosas que harían vomitar a una cabra a mantenerse durante semanas únicamente a base de gominolas de la máquina. Los hay que fotografían todo lo que comen y luego lo suben a internet, no sabemos exactamente con qué oscuras intenciones, ni bajo los síntomas de que extraño desorden del comportamiento. Los hay, incluso, que se comen otras cosas, ansiosos ellos, en búsqueda desaforada de promoción profesional. No se trata de afearles el gesto aquí, que cada uno hace lo que puede y bien sabemos que por estas tierras no sólo se arrastran los reptiles. Además, y no seamos hipócritas, que levante la mano el que no haya tenido que abrir la boca más de lo previsto en alguna ocasión...
Pero en una redacción estás siempre expuesto a comerte muchas más cosas, siempre en función de la responsabilidad que asumas. Te puedes comer una noticia importante, o un alcance de última hora, y en directa relación causa-efecto, al día siguiente te comerás una bronca de padre y muy señor mío, sin pan para empujar, ni nada. Hay veces que pones mucho empeño y energías en defender páginas, fotos o textos y luego llega la actualidad, caprichosa ella, y todo cambia. Y te comes todo lo que estaba hecho, claro. Pero además, si ocupas la parte de debajo de la pirámide laboral prepárate para comerte
todo tipo de marrones que te lloverán desde todas las direcciones. Ni siquiera te molestes en lamentarte, estás ahí para eso. Tu función consiste en tragarte todo tipo de problemas que tus jefes te pasarán sin pudor y de las que claro está, no quieren ni oír hablar... que han quedado para comer en un sitio fino y ya llegan tarde.
Y tú, que resignado asumes que hoy, de nuevo, no sales a almorzar, sólo puedes, pese al empacho de tanto tragar a desgana, comerte una vez más tu maltrecho orgullo y volver al tajo... mientras observas cómo otros que yantan a dos carrillos sin disimulo ascienden meteóricamente, premiados por su enorme capacidad de absorber... trabajo.
Entregas anteriores del Diseñario 2.0:Diseñario 2.0 (I):
adelanto-alcance.Diseñario 2.0 (II):
apaisado-arte final.Diseñario 2.0 (III):
aspirina-autoedición.Diseñario 2.0 (IV):
background-billete.Diseñario 2.0 (V):
bobina-breves.Diseñario 2.0 (VI):
cabecear-camisa.Diseñario 2.0 (VII):
carácter-carpintero.Diseñario 2.0 (VIII):
catálogo-chillón.Diseñario 2.0 (IX):
chiste-cierre.Diseñario 2.0 (X):
clavo-colchón.