martes, 27 de noviembre de 2007
Una ‘patata americana’ de muerte
sábado, 24 de noviembre de 2007
A veces no hay que hacerles caso
Total, que hubo que rehacerlo todo para que tuviera una estructura un poco más elaborada, con un poco más de ritmo, a lo "Rehab", de la tan polémica y poliadicta Amy Whinehouse.
Pero cuando pinten sus secciones, por favor, tengan en cuenta las páginas como un todo, no como estructuras independientes. Las páginas, al igual que la Historia, no son departamentos estanco, todas tienen una relación entre sí.
jueves, 22 de noviembre de 2007
¡Hágase el blog!
- blog. (ingl. afér. de weblog, de web y logbook, cuaderno de bitácora, pl. blogs.) m. Inform. Sitio web o parte de él actualizable permanentemente donde se recopilan por orden cronológico escritos personales de uno o varios autores sobre temas de interés y en el que se recogen también los comentarios enviados por sus lectores. = Bitácora, weblog. => Internet.
María Moliner fue una señora que al cumplir 52 años, viéndose liberada del cuidado y crianza de sus tres hijos, decidió escribir un diccionario. Era el año 1951 cuando esta bibliotecaria licenciada en Filosofía y Letras en Zaragoza, dividió una cuartilla en cuatro partes iguales y comenzó a llenar esas fichas caseras con palabras, todas las palabras. Calculó que lo terminaría en dos años, pero trabajó en solitario en su casa alargando los dos años en otros dos años y luego otros dos años más hasta que en 1967 la Editorial Gredos consiguió que publicara la primera edición con más de 80.000 palabras y unas 3.000 páginas en dos tomos. Es una labor para una sola persona de tal envergadura, tanto física como intelectual, que no se puede imaginar, pero es que además, su diccionario supera no sólo en extensión sino en calidad, y sobre todo en utilidad (no en vano se llama de uso, porque no sólo define sino que indica cómo se usan las palabras) al propio Diccionario de la Real Academia. Tal vez por eso NO LA ACEPTARON como académica cuando en 1972 se propuso su candidatura, que además fue la de la primera mujer. Falleció en 1981 y en 1998 se publicó una segunda edición corregida que todavía es motivo de querella por derechos de autor y que uno de sus hijos considera un libro "apócrifo".
Los tiempos han corrido tanto que no sólo ahora se incluyen por primera vez términos como "blog", "chat", "internet" o "sms", es que en aquella primera edición que tengo en mi estantería no existe entrada alguna para "informática", y "ordenador" es el "aficionado a poner las cosas en orden" o el que "ordena los pagos de Hacienda". Maravilloso, ¿no?
Desde el punto de vista tipográfico tenemos que aventurarnos porque la Editorial Gredos no sólo es incapaz de mantener el nivel del diccionario en esta tercera edición, y no les culpo porque desaparecida su autora es imposible hacerlo por mucho equipo de expertos que hayan trabajado en él, sino que a su personal tampoco les alcanza la educación para contestar nuestros correos solicitándoles los datos técnicos de su primera impresión. Y como es mucho aventurarse entre los incontables tipos de letra que ahora existen aceptamos críticas y correcciones a nuestra valoración: se compuso en un tipo de letra Cheltenham (o algo muy parecido) del cuerpo 7, interlineado a 7 puntos, en dos columnas de 15 cíceros con 3 puntos cada una separadas por un medianil de un cícero; las entradas para cada una de las voces son de un cuerpo 9,5 en negrita.
Y ahora ya estamos en él, por eso hablamos del Diccionario de María Moliner, porque somos una palabra más entre sus 94.000 actuales y porque, en definitiva, la mayor parte de nuestros diseños son soportes para palabras, las que se dedicó a recopilar en pequeñas fichas una mujer. Una a una hasta tenerlas todas.
viernes, 16 de noviembre de 2007
A veces coincidimos
Algo de esto sucedió la otra noche, no sé si de Luna llena porque desde el interior de la redacción no se ve y desde la calle, en Madrid, apenas distinguimos el cielo de la noche cubierto como está con una lona anaranjada de luz artificial, pero sí disfrutamos de una conjunción solidaria de planetas periodistas y satélites maquetas, alineados en este caso con una estrella brillante en forma de fotografía.
Esta es la página de primera edición de la sección Mundo con la que apareció el redactor jefe de cierre anunciando, sonrisa encantadora por delante, que "había que darle una vuelta". Y me dio una vuelta el corazón. Llegaban por agencia noticias sobre incidentes violentos entre estudiantes de la Universidad Central de Venezuela, en Caracas (esto sucedió sin que fuera allí ningún rey español ni nada parecido, ¿eh?, en este caso concreto creo que se pelearon entre ellos sin ayuda externa), con el resultado de varios heridos de bala. "Claro que lo que más nos interesa son las imágenes, poder dar alguna en esta página... están llegando fotos muy buenas de AP" (la agencia Associated Press). Y me dio el sobresalto cardíaco porque lo habitual en ocasiones así es el desbarate absoluto, en un minuto, de lo que se ha pensado y hecho durante todo el día. Y no, las arritmias desaparecieron al ver las fotos, en realidad, al ver la foto; el zafarrancho lo propuse yo entonces: la foto, el fotón, había que darlo a cuatro columnas. Para eso, eliminamos la anterior imagen a tres del tema principal sobre la crisis en Paquistán manteniéndolo no obstante como tema principal porque si ellos habían pensado visualmente la noticia de Venezuela (al menos un poco, en términos de fotografía) yo recompuse la página pensando en términos periodísticos (otro poquito, sin abusar ninguno) de manera que lo más importante tipográficamente seguiría siendo Paquistán. Se pudo recolocar la publicidad en otra página y conservar todo lo demás prácticamente igual.
¿Por qué es tan buena la fotografía? Pues aparte de que porque nos gusta mucho, como todos decíamos solidarios la otra noche, porque lo tiene todo, absolutamente todo. Porque ella sola cuenta la historia con esa fuerza y contundencia visual a la que no llegan las palabras, al menos no tan rápido. Fuerza y contundencia que se producen por una mágica unión de forma y contenido que alguna vez sucede, y por eso nos gusta mucho, como decíamos que decíamos.
La fotografía muestra la lucha de dos jóvenes contra otros dos (grupos de estudiantes enfrentados) separados por una puerta (dos bandos diferenciados), y a uno de ellos empuñando una pistola contra los otros (heridos de bala). Los rostros nos transmiten el dramatismo del momento, pero hay más, la forma, la composición casi perfecta con una línea vertical creando tensión (es de las veces que más claro he visto esa teoría de la gramática visual sobre tensión vertical y reposo horizontal). Y qué me dicen del fuerte contraste entre la zona oscura en el lado izquierdo, precisamente de donde emerge el pistolero, frente a la zona clara de sus oponentes, contraste que, casualidades del destino, es uno de los elementos visuales que más acentúan el dramatismo. El toque de color es ese naranja central, naranja de peligro. Un prodigio de imagen disparada en centésimas de segundo por la propia intuición del fotógrafo que, como todos comprenderán, en medio de un tiroteo no creo que se ande analizando encuadres. Un pequeño milagro que nos puso de acuerdo aquella noche de solidaridad editorial.
miércoles, 14 de noviembre de 2007
Ibáñez dibuja la portada de El Cultural
Es un pequeño homenaje a uno de los mejores cómics de humor españoles. Un homenaje a las rotundas curvas de la secretaria, a la barba del profesor, al bigote del jefe, a las gafas del larguirucho, a los dos pelos (ni uno más ni uno menos) del cascarrabias del pantalón rojo y, como no, al sulfato atómico. Y un homenaje a los pequeños pero enormes detalles de humor que son todas y cada una de las viñetas del gran Francisco Ibánez.
Y en esta portada donde precisamente se ven esos pequeños detalles que hacen tan especial los dibujos de Ibáñez y donde se ríe de él mismo y de todo lo que le rodea. Botes de viagra, coronas de flores que llevan los personajes a su creador, sondas para latas de jugo de nabo, ofertas en ataúdes y su característica firma apoyada, como puede, en un par de muletas. Y así, una infinidad. Una genialidad de primera página que todos los amantes del cómic deberían guardar, al igual que el libro conmemorativo. Una joya. (Podéis ver una avance aquí, aquí, aquí y aquí.)
P.D. Una recomendación sobre el mundo del tebeo, "el género peor comprendido del mundo", como reconoce Scott McCloud en su imprescindible obra "Cómo se hace un cómic". Un repaso exhaustivo a todo el potencial que ofrecen. Un lenguaje poderoso y una capacidad comunicativa extraordinaria. Léanlo, verán como su percepción cambia de manera radical.
miércoles, 7 de noviembre de 2007
101 gracias
Millones de gracias. El equipo de encajabaja.
lunes, 5 de noviembre de 2007
Páginas literarias
¿Y a que viene todo esto, aquí? Pues a que dentro de la literatura a veces viven también los periódicos, incluso el diseño de una página puede formar parte de una novela. Como sucede en Amsterdam, publicada en 1998 en Londres y cuyo autor, evidentemente, es el mencionado Ian McEwan. Un grande del que también es muy recomendable leer la absorbente Amor perdurable, y, sobre todo, Expiación, convertida en un clásico con sus muy pocos años. Pero hoy hablamos de Amsterdam porque, además de su mencionada relación con la prensa es la mejor manera de empezar con este escritor. Esta novela absolutamente magistral obtuvo el premio Booker de ese mismo año en el Reino Unido, aunque he de decir que a mí los premios, de cualquier clase, me suelen reblandecer los músculos, algún músculo más que otro, también es cierto. Lo que realmente interesa es lo que cuenta y cómo lo cuenta.
Te agarra con fuerza y no te suelta desde el comienzo en el funeral de una bella, inteligente y joven mujer que reúne a cuatro de quienes fueron sus amantes: el viejo millonario aburrido con quien estaba casada; el actual ministro ultraconservador de asuntos Exteriores; Vernon, director del periódico londinense El Juez; y Clive, compositor musical de éxito que trabaja en una sinfonía del milenio. Clive y Vernon, amigos desde la juventud, forman parte de la élite progresista y culta de Londres en contraste con los otros dos hombres. El relato de una jornada en el periódico, incluida una hilarante reunión para decidir los temas del día siguiente, nos pone en situación de quién es este periodista de pocos escrúpulos que intenta salvar un diario en caída libre. También tiene dificultades el compositor para terminar su sinfonía: busca una melodía perfecta que no llega.
En un mundo complicado todo comienza a complicarse aún más cuando el viudo millonario pone en manos del director del periódico unas fotos comprometedoras que su esposa tomó del ministro de Exteriores vestido de mujer, el conservador azote de homosexuales. A pesar de la oposición de casi todos, incluida la de su amigo el compositor de quien esperaba más apoyo, Vernon decide publicar esas fotos para salvar al país de un político hipócrita y fascista y de paso las ventas de su periódico. Diseña él mismo la página, la primera página, porque “conocía la fuerza de lo que tenía entre manos. Dejaba que las imágenes hablaran por sí mismas”. Y cuando está a punto de enviarla a la rotativa, entonces.... pues sucede lo que no voy a desvelar, faltaría más, para que así leáis Amsterdam. No sé si el diseño de una página es literatura en alguna otra novela, pero en esta auténtica obra maestra sí lo es. Divertida, precisa e implacable en su crítica de la naturaleza humana a la que nadie escapa. Un derroche de inteligencia. Lean a McEwan, amigos, a los enemigos es mejor no recomendárselo porque podrían hacerse más sabios.
Y más
Otras novelas “periodísticas” de obligada lectura: Imperio, de Gore Vidal, fascinante; El americano impasible, del inmenso Graham Greene, sin palabras; Sostiene Pereira, de Antonio Tabucchi, estremecedora y rebosante de estilo; Una sirena en la noche, del italiano Roberto Giardina, deliciosa novela juvenil que no ha perdido su frescura (¡es de 1978, joder!) en la que el protagonista es el periodismo.
Aunque estoy seguro de que no están todas y de que vosotros también tendréis vuestras novelas “periodísticas” imprescindibles, ¿no?