Exuberantes. Excesivos. Desbordantes. Un torrente de palabras que desprecian el más elemental de los principios periodísticos relativo a la claridad, concisión y, en especial, la brevedad. Porque les da la gana. Porque así son ellos, el sin par comité de expertos de encajabaja que un lunes más, fieles hasta el fundamentalismo militante con esta cita semanal, nos ofrecen generosos, nos entregan, expulsan de su ser y lanzan a los cuatro vientos, los siete mares y los millones de píxeles una nueva entrega del Diseñario. Ya sabéis...
Periódico. Sucesión de secciones repletas de informaciones, tanto escritas como visuales que conforman el compañero ideal del desayuno en la cafetería. Los hay tabloides y asabanados, los hay en elegante blanco y negro o en miles de colores, (que para eso los periódicos nos cuentan la realidad y, salvo que seas un perro, la realidad es en tecnicolor). Los hay incluso con unas grapas en el lomo y hay lectores capaces de matar a quien se le ocurra quitárselas. Los hay deportivos y de información general. Los hay económicos en un graso color salmón y económicos en papel blanco, blanquísimo. Los hay muy serios y respetables y los hay que podrían matarte de risa, o de miedo. Incluso los hubo que hasta hace muy poquito no tenían ni una imagen en portada, aunque claro, para sobrevivir a eso tienes que ser disciplinado e inmutable cual pastor alemán.
Y con tanta variedad, ¿hay algo que les caracteriza? Pues sí, su periodicidad. De ahí, claro, su rebuscado nombre. Un diario se precia de serlo porque sale todos los días. Ni siquiera los más graves contratiempos deben interrumpir la frecuencia de encuentro con los lectores, esos por los que un periódico existe. Si esto ocurriera, dejarían de ser periódicos, y entonces, ¿qué somos?
Un periódico es ese compañero de facultad que los alumnos de periodismo nunca consultan. Cuando se licencian, la relación con él cambia. Porque un periodista no tira los periódicos viejos. En lugar de eso, los almacena sin razón, preso de una extraña variante informativa del síndrome de Diógenes, hasta el punto de convertir los asientos traseros de sus coches en auténticas hemerotecas con ruedas y sus casas en secciones de documentación. Se conocen casos de periodistas que han propuesto a sus parejas mudarse a casas más grandes porque ya no tenían espacio para los números atrasados. Familias enteras se han roto por tan singular desorden...
Pero por encima de todo eso, un periódico es ese sueño al que muchos nos apuntamos cuando éramos jóvenes y del que no querríamos apearnos nunca. Un periódico es ese objeto de deseo que se devora con fruición y en zapatillas los fines de semana, por cuyos suplementos se pelean familias enteras y cuyas ideas permanecen en tu cabeza, surgiendo cuando menos te lo esperas, conformando eso tan poderoso e inquietante que se llama opinión pública. La radio puede tener la inmediatez, internet la globalidad, la televisión la comodidad y el espectáculo, pero un periódico tiene la magia de la palabra escrita. Esa que perdura y que queda ahí, para desenmascar a mentirosos, interesados y personajes sin escrúpulos. Para denunciar escándalos y ponerse de parte de los más debiles. Para en definitiva, servir a la sociedad. Ahora más que nunca, que estamos en época de cambios y novedades y jinetes del apocalípsis se empeñan en predecir el fin del papel para informar, los periódicos deben enarbolar, honrados, su principal virtud: trasmitir informaciones serias y trabajadas en las distancias cortas, algo que sólo se consiguen cuando se establece intimidad entre las dos partes, como cuando se comparte un desayuno, o un atasco, o un interminable viaje en metro...
Periodismo. Profesión. Negocio. Religión. Disciplina. Vocación. Maldición. Servicio. Santuario. Prostíbulo. Sacrifico. Enfermedad. Poder. Contrapoder. Cultura. Información. Política. Dinero. Libertad. Prensa. Radio. Televisión. Internet. Locura. Riesgo. Búsqueda. Relatos. Pasión. Escritura. Ideas. Vanidad. Imágenes. Desengaños. Industria. Licenciatura. Voz. Corporativismo. Participación. Fotografía. Polémica. Crítica. Tribu. Mensaje. Mensajero. Verdad. Mentira. Muerte. Vida.
Photoshop. Aplicación informática para la edición y el retoque fotográfico de la casa Adobe. Famoso en todo el mundo, la primera versión de Photoshop data del año 1990 y fue elaborada, ¡vaya sorpresa!, para los ordenadores Macintosh. No es hasta el año 1992, con la versión 2.5 cuando Windows puede cargar el programa.
De estas primeras versiones no queda casi nada, ya que se trabajaba en una sola capa (qué haríamos ahora sin las capas) y como mapa de bits. A medida que se ha ido avanzando en las versiones, las funciones del programa han mejorado hasta puntos insospechados y lo han convertido en el estándar de retoque y edición fotográfica. Lo que antes era una herramienta exclusiva para fotógrafos y diseñadores debido a su complejidad, ahora se ha vuelto moneda de uso común y, prácticamente cualquier persona, con unos mínimos conocimientos, puede editar sus propias fotografías. Gracias también a la fotografía digital y la sencillez en el "revelado" de la misma. Las posibilidades del programa son casi infinitas gracias a los plugins, efectos, pinceles, etc, con los que se trabaja. Es como un taller de pintura (de hecho algunos lo llaman así), pero en dimensiones descomunales.
Puede ser de gran utilidad para determinadas tareas, como el silueteado de imágenes o la corrección de fotografías. Pero como toda arma informativa, también es usada por lo malos para manipular, o por lo menos intentarlo. Son muchos los ejemplos de hábil manipulación, pero también son muchos los ejemplos de las chapuzas que se han llevado a cabo con él.
Sin embargo, también hay gente que lo utiliza como programa para crear imágenes a partir de cero, pero no es este su propósito inicial, ya que al trabajar con píxeles, y no con imagen vectorial, puede presentar problemas a la hora de ampliar determinadas imágenes. Este es, según muchos, el punto flaco de Photoshop, que para hacer más grande una imagen, tiene que "inventarse" los pixeles necesarios para ello ("interpolar" lo llaman), frente a otros programas, como el prácticamente desaparecido Freehand (desde que lo comprara precisamente Adobe y dejara de actualizarlo) o Ilustrator (el programa de "dibujo" inicial de Adobe, y que es el que han ido actualizando) que trabajan con imagen vectorial y no necesitan inventarse ninguna información.
La popularidad del programa ha llegado a cotas tan extremas que es usado por muchos/as famosos como el nuevo elixir de la juventud. Beben de él (Internet está lleno de ejemplos) como si fuera el maná que los va hacer inmortales, cuando lo que en realidad hacen es postergar el momento inevitable en el que Photoshop, esa mágica e infinita herramienta informática, no podrá ayudarles.
Entregas anteriores del Diseñario:
Diseñario (I): aire-anuncio.
Diseñario (II): apoyo-artistas.
Diseñario (III): bandera-blancos.
Diseñario (IV): blog-caja.
Diseñario (V): cajista-cícero.
Diseñario (VI): cintillo-confeccionador.
Diseñario (VII): contorneo-despiece.
Diseñario (VIII): Didot-doble.
Diseñario (IX): Edicomp-encajabaja.
Diseñario (X): entradilla-estilo.
Diseñario (XI): familia-firma.
Diseñario (XII): folio-fotografía.
Diseñario (XIII): Franklin Gothic-fuente.
Diseñario (XIV): fusilar-Garamond.
Diseñario (XV): Gótica-grotesca.
Diseñario (XVI): Gutenberg-huérfana.
Diseñario (XVII): ilustración-información.
Diseñario (XVIII): interletraje-justificado.
Diseñario (XIX): kerning-lector.
Diseñario (XX): legibilidad-línea de base.
Diseñario (XXI): linotipia-luto.
Diseñario (XXII): Mac-mancha.
Diseñario (XXIII): mancheta-maquetador.
Diseñario (XXIV): margen-medianil.
Diseñario (XXV): Milenium-monstruo.
Diseñario (XXVI): negrita-noticia.
Diseñario (XXVII): Ñ-ñoño.
Diseñario (XXVIII): ojo-ordenador.
Diseñario (XXIX): P&J-paginero.
Diseñario (XXX): Palo seco-párrafo.
Diseñario (XXXI): pata-PC.
Periódico. Sucesión de secciones repletas de informaciones, tanto escritas como visuales que conforman el compañero ideal del desayuno en la cafetería. Los hay tabloides y asabanados, los hay en elegante blanco y negro o en miles de colores, (que para eso los periódicos nos cuentan la realidad y, salvo que seas un perro, la realidad es en tecnicolor). Los hay incluso con unas grapas en el lomo y hay lectores capaces de matar a quien se le ocurra quitárselas. Los hay deportivos y de información general. Los hay económicos en un graso color salmón y económicos en papel blanco, blanquísimo. Los hay muy serios y respetables y los hay que podrían matarte de risa, o de miedo. Incluso los hubo que hasta hace muy poquito no tenían ni una imagen en portada, aunque claro, para sobrevivir a eso tienes que ser disciplinado e inmutable cual pastor alemán.
Y con tanta variedad, ¿hay algo que les caracteriza? Pues sí, su periodicidad. De ahí, claro, su rebuscado nombre. Un diario se precia de serlo porque sale todos los días. Ni siquiera los más graves contratiempos deben interrumpir la frecuencia de encuentro con los lectores, esos por los que un periódico existe. Si esto ocurriera, dejarían de ser periódicos, y entonces, ¿qué somos?
Un periódico es ese compañero de facultad que los alumnos de periodismo nunca consultan. Cuando se licencian, la relación con él cambia. Porque un periodista no tira los periódicos viejos. En lugar de eso, los almacena sin razón, preso de una extraña variante informativa del síndrome de Diógenes, hasta el punto de convertir los asientos traseros de sus coches en auténticas hemerotecas con ruedas y sus casas en secciones de documentación. Se conocen casos de periodistas que han propuesto a sus parejas mudarse a casas más grandes porque ya no tenían espacio para los números atrasados. Familias enteras se han roto por tan singular desorden...
Pero por encima de todo eso, un periódico es ese sueño al que muchos nos apuntamos cuando éramos jóvenes y del que no querríamos apearnos nunca. Un periódico es ese objeto de deseo que se devora con fruición y en zapatillas los fines de semana, por cuyos suplementos se pelean familias enteras y cuyas ideas permanecen en tu cabeza, surgiendo cuando menos te lo esperas, conformando eso tan poderoso e inquietante que se llama opinión pública. La radio puede tener la inmediatez, internet la globalidad, la televisión la comodidad y el espectáculo, pero un periódico tiene la magia de la palabra escrita. Esa que perdura y que queda ahí, para desenmascar a mentirosos, interesados y personajes sin escrúpulos. Para denunciar escándalos y ponerse de parte de los más debiles. Para en definitiva, servir a la sociedad. Ahora más que nunca, que estamos en época de cambios y novedades y jinetes del apocalípsis se empeñan en predecir el fin del papel para informar, los periódicos deben enarbolar, honrados, su principal virtud: trasmitir informaciones serias y trabajadas en las distancias cortas, algo que sólo se consiguen cuando se establece intimidad entre las dos partes, como cuando se comparte un desayuno, o un atasco, o un interminable viaje en metro...
Periodismo. Profesión. Negocio. Religión. Disciplina. Vocación. Maldición. Servicio. Santuario. Prostíbulo. Sacrifico. Enfermedad. Poder. Contrapoder. Cultura. Información. Política. Dinero. Libertad. Prensa. Radio. Televisión. Internet. Locura. Riesgo. Búsqueda. Relatos. Pasión. Escritura. Ideas. Vanidad. Imágenes. Desengaños. Industria. Licenciatura. Voz. Corporativismo. Participación. Fotografía. Polémica. Crítica. Tribu. Mensaje. Mensajero. Verdad. Mentira. Muerte. Vida.
Photoshop. Aplicación informática para la edición y el retoque fotográfico de la casa Adobe. Famoso en todo el mundo, la primera versión de Photoshop data del año 1990 y fue elaborada, ¡vaya sorpresa!, para los ordenadores Macintosh. No es hasta el año 1992, con la versión 2.5 cuando Windows puede cargar el programa.
De estas primeras versiones no queda casi nada, ya que se trabajaba en una sola capa (qué haríamos ahora sin las capas) y como mapa de bits. A medida que se ha ido avanzando en las versiones, las funciones del programa han mejorado hasta puntos insospechados y lo han convertido en el estándar de retoque y edición fotográfica. Lo que antes era una herramienta exclusiva para fotógrafos y diseñadores debido a su complejidad, ahora se ha vuelto moneda de uso común y, prácticamente cualquier persona, con unos mínimos conocimientos, puede editar sus propias fotografías. Gracias también a la fotografía digital y la sencillez en el "revelado" de la misma. Las posibilidades del programa son casi infinitas gracias a los plugins, efectos, pinceles, etc, con los que se trabaja. Es como un taller de pintura (de hecho algunos lo llaman así), pero en dimensiones descomunales.
Puede ser de gran utilidad para determinadas tareas, como el silueteado de imágenes o la corrección de fotografías. Pero como toda arma informativa, también es usada por lo malos para manipular, o por lo menos intentarlo. Son muchos los ejemplos de hábil manipulación, pero también son muchos los ejemplos de las chapuzas que se han llevado a cabo con él.
Sin embargo, también hay gente que lo utiliza como programa para crear imágenes a partir de cero, pero no es este su propósito inicial, ya que al trabajar con píxeles, y no con imagen vectorial, puede presentar problemas a la hora de ampliar determinadas imágenes. Este es, según muchos, el punto flaco de Photoshop, que para hacer más grande una imagen, tiene que "inventarse" los pixeles necesarios para ello ("interpolar" lo llaman), frente a otros programas, como el prácticamente desaparecido Freehand (desde que lo comprara precisamente Adobe y dejara de actualizarlo) o Ilustrator (el programa de "dibujo" inicial de Adobe, y que es el que han ido actualizando) que trabajan con imagen vectorial y no necesitan inventarse ninguna información.
La popularidad del programa ha llegado a cotas tan extremas que es usado por muchos/as famosos como el nuevo elixir de la juventud. Beben de él (Internet está lleno de ejemplos) como si fuera el maná que los va hacer inmortales, cuando lo que en realidad hacen es postergar el momento inevitable en el que Photoshop, esa mágica e infinita herramienta informática, no podrá ayudarles.
Entregas anteriores del Diseñario:
Diseñario (I): aire-anuncio.
Diseñario (II): apoyo-artistas.
Diseñario (III): bandera-blancos.
Diseñario (IV): blog-caja.
Diseñario (V): cajista-cícero.
Diseñario (VI): cintillo-confeccionador.
Diseñario (VII): contorneo-despiece.
Diseñario (VIII): Didot-doble.
Diseñario (IX): Edicomp-encajabaja.
Diseñario (X): entradilla-estilo.
Diseñario (XI): familia-firma.
Diseñario (XII): folio-fotografía.
Diseñario (XIII): Franklin Gothic-fuente.
Diseñario (XIV): fusilar-Garamond.
Diseñario (XV): Gótica-grotesca.
Diseñario (XVI): Gutenberg-huérfana.
Diseñario (XVII): ilustración-información.
Diseñario (XVIII): interletraje-justificado.
Diseñario (XIX): kerning-lector.
Diseñario (XX): legibilidad-línea de base.
Diseñario (XXI): linotipia-luto.
Diseñario (XXII): Mac-mancha.
Diseñario (XXIII): mancheta-maquetador.
Diseñario (XXIV): margen-medianil.
Diseñario (XXV): Milenium-monstruo.
Diseñario (XXVI): negrita-noticia.
Diseñario (XXVII): Ñ-ñoño.
Diseñario (XXVIII): ojo-ordenador.
Diseñario (XXIX): P&J-paginero.
Diseñario (XXX): Palo seco-párrafo.
Diseñario (XXXI): pata-PC.